y el café –marea negra
el segundo que lo adujo
imborrable más del ojo–
haz de luz a gotas era
en este caos de cuerpos
sin más trama que desgaste:
trancar o nunca trancar
si a la vuelta ni el engaste
–idiotez que por ajuar
de tanto verte te calza–
entonces ¿a qué violar
en el fondo de una taza
los rezagos del azar?