se nubla la promesa
del otro borde, sí
donde trenza el yuyal
una luz que sutura
espejeando más
(mucho más) que la proeza
del fulgor porque sí
—a fuerza de juglar
el alma ni supura
al tajo del compás
siquiera la destreza
del otro paso aquí
o al menos conjurar
tan débil estatura:
engendro ya sin faz
vuelto su propia presa
¿quién se salva de sí?
—del yuyo por tumbar
si algún gajo madura